No son ni tres ni cuatro los profesores que a la hora de trabajos a sus alumnos temen que se convierta en un simple googlear las tres o cuatro páginas primeras sin mayor sentido crítico, y copiar y pegar posterior (versión moderna del antiquísimo verbo “plagiar”) de un modo más o menos ordenado. Personalmente soy uno de esos profesores preocupados. Si bien de partida reconozco que, siendo yo estudiante, cuando copiábamos de libros y se nos “olvidaba” citar la fuente, los profesores no tenían las herramientas de las que hoy disponemos para “preocuparse” por el buen hacer de sus alumnos.
Hace tres años me molestaba en seleccionar una frase que me parecía muy buena del trabajo (o cinco palabras consecutivas) y entrecomillarla en google. Para mi antisorpresa, la totalidad de los alumnos que creía que copiaban los trabajos de portales de internet, así lo hacían. Lo que me sorprendió fue la diversidad de “copiados” existentes. Un reducido grupo, ínfimo, plagiaba absolutamente, y sin criterio. Otro un poco mayor, copiaba párrafos seleccionados más de una vez con mucho acierto. Y otro un poco más grande, manejaba diferentes versiones y hacía un incipiente trabajo de redacción común con alguna que otra aportación. Como es normal, no trato aquí la situación de los jóvenes que consultaban internet como se hacía antiguamente con cualquier libro y leían.
El siguiente paso de mi evolución personal fue descubrir programas gratuitos antiplagio, como el que se puede encontrar en educared o descargar en otras web. Esto ya requiere que los trabajadores de la educación (que no sólo son los profesores, sino también los alumnos y sus familias) dispusieran de forma ordinaria en su buen hacer de ordenadores con conexión a internet. Estos programas son muy útiles para detectar. Son cómodos de utilizar y muy prácticos. Aunque después de un trimestre utilizándolos reconozco que la intuición, al menos entre los alumnos que me manejo, es más que suficiente para un profesor perspicaz. Avisé a los muchachos de estas nuevas herramientas al servicio del profesorado, pero su conducta no cambió en absoluto. Creo que no existió gran modificación en la distribución de los grupos según su resultado. Y personalmente no me ofrecía ninguna aportación para alcanzar los objetivos que deseo. Reconocer una problemática es sencillamente un primer paso.
Después de leer algún que otro artículo sobre profesores apresados en la misma inquietud, considero que copiar/pegar es una gran oportunidad educativa cuando se inserta dentro de un proyecto mayor que la mera actividad que se demanda. Es decir, ya no tiene sentido pedir algo para que el alumno lea sin más. En la era de la información, en la que los jóvenes son los que más leen de todas las generaciones pasadas, los criterios y objetivos deben cambiar sustancialmente. Y esto tanto en lo que se refiere al contenido como al continente.
Aún así, quien no quiera que sus alumnos copien, que ensaye alguna de estas posibilidades:
- Acortar la extensión y la temporalidad de los trabajos. Más trabajos cortos, pero en menos tiempo. Y diseñar así una especie de libro con ellos en el que se pueda hacer una síntesis. Un trabajo por entregas, sobre distintos temas relacionados entre sí. Bien porque el tema se profundice sucesivamente, o bien porque estén encadenados.
- Trabajos con palabras. Pedir trabajos en los que se encuentren determinadas palabras clave, que el alumno tiene que subrayar para que puedan ser vistos.
- Ofrecer las páginas web y pedir la síntesis personal a través de preguntas.
- Y por último, el famoso examen posterior. Es decir, que presente lo que presente el alumno, tendrá que demostrar sin estar conectado a la red qué ha sido del trabajo realizado. Lo cual supone afirmar, con más o menos claridad, que el trabajo no es más que una lectura o forma de estudio sin valor por sí y en sí mismo.
Una gran variación educativa supone saber de antemano que el alumno copiará o consultará internet en cualquier caso. Darlo por supuesto para adelantarse con capacidad de encauzar la situación, y aceptando sin resignaciones estúpidas que toda la información que está a disposición de la sociedad actualmente es una maravilla que no fue soñada en ningún otro momento de la historia. Por lo tanto:
- Dejar claros los criterios del trabajo, y su esquema. Que no sea sólo un papel que se entrega. Que pueda componerse de forma adaptada: no tiene sentido pedir biografías de personajes famosos, porque se copiará, ni grandes estudios porque no se leerán. El esquema del trabajo se puede entregar previamente al alumno, o desarrollarlo en clase en forma de contrato y acuerdo previo.
- Pedir referencias de lo consultado. Citar fuentes, y aprender a hacerlo en la era de la información. Y superar así las dos o tres primeras de google, sin criterio alguno. En la petición de referencias se puede cerrar más el círculo queriendo unas determinadas web (por ejemplo, si es de empresas, sólo las de empresas de un sector y no páginas de análisis empresarial; o delimitarlo sólo al campo de los blogs; o, en tiempos del incremento del inglés en las aulas, sólo páginas en inglés).
- Impedir que visiten siempre las mismas web. No aceptar trabajos que se realicen sobre los consabidos almacenes de vagos y sus rincones anejos. Algo que además puede ser muy educativo es dialogarlo con ellos previamente en el aula. No todos lo comprenderán, pero nunca algo que se explica en clase es aceptado ni entendido al unísono. Habrá quienes manifiesten resistencias, y muchos que valoren su propio trabajo por encima de esas mediocridades.
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